En una misa por cardenales y obispos fallecidos, el Papa León XIV rezó por su purificación y para que brillaran como estrellas, y pidió que su silencioso aliento sostuviera a los vivos. Recordó con afecto al Papa Francisco, quien murió tras abrir la Puerta Santa y dar la Bendición de Pascua, diciendo que el Jubileo presta a la Misa el sabor de la esperanza cristiana. Reflexionando sobre Emaús, condenó la muerte violenta, afirmó que solo Cristo la redime, y llamó a la esperanza de Pascua un don transformador que hace de la muerte una hermana. Elogió a los difuntos pastores como testigos y maestros de la esperanza pascual.