En Washington, D.C., Maurice White, de 75 años, y Renee DeVigne, de 68 años, han pasado décadas cuidando ancianos—12 en total, incluida la madre de White, Evelyn, que cumplió 104 años en octubre y regresó recientemente a casa después de un accidente cerebrovascular y rehabilitación. Su historia se enmarca en una presión nacional: vidas más largas, menos hijos y una fuerza laboral de cuidadores ya escasa. Los costos son elevados: la ayuda a domicilio anual promedio supera los 68.000 dólares, la vida asistida supera los 64.000 dólares, y las listas de espera de Medicaid superan las 700.000 personas. Los defensores advierten que el sistema está en un punto de inflexión. Para White y DeVigne, una cosa perdura: el cuidado arraigado en la conexión.
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