El Ala Este de la Casa Blanca ha sido demolida para construir un salón de baile de 90,000 pies cuadrados y 300 millones de dólares, la mayor renovación de la residencia en décadas, a pesar de la promesa anterior del presidente Trump de que no se tocaría. El proyecto avanzó prácticamente sin discusión, y siete votantes expresaron reacciones marcadamente mixtas: algunos elogiaron el espacio de recepción ampliado, el prestigio y la seguridad mejorada; otros denunciaron una profanación de la historia, cuestionaron las afirmaciones de financiación privada y se opusieron al momento en medio de preocupaciones por la delincuencia y el cierre del gobierno. Algunos pocos se mostraron indiferentes o vieron simbolismo en la demolición, revelando profundas divisiones sobre lo que representa la Casa Blanca.
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