Sir Keir Starmer, a pesar de lograr una mayoría épica para el Partido Laborista, se enfrenta a dudas internas sobre su liderazgo. Las fuentes citan preocupaciones sobre su juicio en cuanto a personas y políticas, sus habilidades de comunicación y su ritmo de toma de decisiones. Si bien es elogiado por su política exterior, el partido lidia con una percepción de falta de visión e impopularidad pública. Starmer se enfrenta a la presión de articular claramente la agenda de su gobierno y persuadir a su partido, especialmente antes de la conferencia anual, en medio de una falta de candidatos claros a sucesores.
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