Una inmensa marejada ciclónica de los restos del tifón Halong azotó las aldeas costeras del oeste de Alaska, haciendo flotar casas y empujando el agua más de seis pies por encima de las mareas normales. En Kipnuk y Kwigillingok, 121 casas fueron destruidas y tres docenas más se desprendieron; una persona está muerta y dos desaparecidas. Más de 1.000 residentes fueron trasladados en avión a Bethel y Anchorage en aviones militares mientras los refugios se llenaban hasta unas 1.500 personas. Los funcionarios lo calificaron como uno de los mayores desastres de Alaska. El gobernador Mike Dunleavy solicitó una declaración de desastre federal. En medio de derrames de combustible y la pérdida de reservas de alimentos para el invierno, los evacuados compartieron catres, gratitud y determinación.
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