Tras la muerte del activista de derecha Charlie Kirk, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, está utilizando la tragedia para intensificar sus ataques contra la "izquierda radical". La administración de Trump está considerando clasificar a ciertos grupos como terroristas domésticos y revocarles su estatus de exención de impuestos, a pesar de la falta de pruebas que los vinculen con el asesinato de Kirk. Los críticos advierten que se trata de un intento de reprimir la disidencia y consolidar el poder, haciendo eco de tácticas autoritarias. El servicio conmemorativo de Trump para Kirk se considera una plataforma potencial para promover esta campaña de represalias, lo que genera preocupación por la erosión de la libertad de expresión y las normas democráticas. Si bien se cree que el sospechoso actuó solo, la administración continúa impulsando narrativas que implican a grupos más amplios.
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