Un equipo de demolición comenzó a derribar la fachada del Ala Este de la Casa Blanca para dar paso al salón de baile de 250 millones de dólares del presidente Donald Trump, lo que provocó la indignación de antiguos funcionarios e historiadores. Elaine Kamarck lo calificó de abominación, mientras que Jonathan Alter dijo que la imagen se volverá icónica. El proyecto avanza sin la aprobación de la Comisión de Planificación de la Capital Nacional y prevé un salón de 8.361 metros cuadrados para 999 invitados, financiado con donaciones privadas, según la Casa Blanca. El National Trust for Historic Preservation instó a una pausa, a pesar de que algunos exalumnos dan la bienvenida a un espacio de entretenimiento más grande.
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